Optamos por esta agrupación basándonos en los siguientes criterios:
Por respeto a la lengua minorizada.
Creemos que a una lengua minorizada como el euskera se le debe dotar de las mejores condiciones para potenciar su desarrollo y consolidación en el entorno escolar. Las alumnas y alumnos de modelo D, aunque se supone que poseen el euskara corno lengua principal, no todos lo tienen de igual manera ni con la mismo grado de consolidación. Escolarizar en modelo D a un alumnado castellanoparlante, o trasvasar a ella por sistema alumnos o alumnas que desenvuelven bien en el modelo B, no parece que mejora las condiciones que se merece el euskara como lengua minoritaria en un entorno social en el que el castellano es por lo general dominante sino todo lo contrario. La presión del castellano sobre el alumnado vascoparlante sería aun mayor que el que ya lo es sin esa presión añadida.
Por otra parte, el objetivo del modelo B no es tampoco traspasar al alumnado hacia el modelo D. Queremos modelos B y D fuertes por sí mismos. Esto no es contradictorio en absoluto con que el objetivo de que el alumnado de ambos modelos pueda trabajar en cualquiera de las dos lenguas oficiales de la CAPV. Pero los ritmos y las fomas de trabajo de un alumnado que se mueve en un entorno familiar mayormente euskaldun no pueden ser los mismos que los que requiere un alumnado que se desenvuelve en un entorno castellano-parlante.
Porque, a pesar de utilizar la misma metodología, cada lengua parte de una situación diferente.
Mientras los alumnos vascoparlantes para aprender el castellano tienen todo un entorno social favorecedor, al castellanoparlante, le ocurre normalmente lo contrario con relación al euskara. Por eso, se requiere diferente dedicación de tiempo para su aprendizaje y en ocasiones, diferente didáctica.
Aunque constatamos que las lenguas están conectadas de tal manera que los avances en una repercuten en la otra, no obstante, cuando se trata de adquirir un concepto que implica cierto grado de abstracción o que conlleva una serie de procesos mentales y que la dificultad de la lengua podría frenarlo, lo iniciamos en la lengua dominante. Por ejemplo en Infantil, cuando en La Casa quieren realizar 'un pedido' para comprar en La Tienda, necesitan adquirir el concepto de pedido, el concepto de valor de descomposición del número, de suma, de resta, etc., y además, interrelacionarlos. Todo esto requiere un gran esfuerzo de asimilación, a pesar de introducirlo de una manera vivencial y manipulativa. Realizado en su lengua dominante, facilita su logro, ya que la dificultad estriba solamente en él concepto y no en el grado de dominio de la lengua. Una vez introducido el concepto, utilizarlo habitualmente en la segunda lengua, no presenta dificultad.
Porque la práctica nos ha enseñado que cada alumno y cada alumna tiene sus posibilidades y su propia respuesta.
Hemos visto casos de castellanoparlantes que, escolarizados en el modelo D, han seguido el mismo ritmo que aquellos que tenían el euskara como primera lengua. Sin embargo, no ha ocurrido ésto con la mayoría. Por ello, aunque tengamos por objetivo linguístico que el alumnado domine ambas lenguas a nivel científico, elñ logro de este objetivo requiere plazos más amplios que contemplen no sólo infantil y primaria sino tambien otras etapas como la secundaria y, en muchos casos, otras de nivel superior.